Valverde: ‘Cuando debuté en Peñarol a los 16 años, me creía Dios’

Federico Valverde sigue siendo noticia en el fútbol mundial. Además de su gran momento con el Real Madrid, el volante uruguayo escribió una carta en ‘The Players Tribune’ para revelar detalles de su vida familiar y deportiva. Estas fueron las palabras de Valverde:

SUS MEJORES DÍAS

«Pepasando un poco mi vida, diría que he tenido tres días perfectos. El primero fue el día en que me vino a buscar el Real Madrid. El segundo fue el día en que nació mi hijo Benicio. Y el tercero fue el día en que nació mi hijo Bautista. Para ese tercer día perfecto, con mi familia tuvimos que pasar por un infierno».

UNA INFANCIA HUMILDE

«Mi padre trabajaba como guardia de seguridad en el casino. Mi madre trabajaba en un local de ropa y también vendía ropa y juguetes en ferias callejeras. Todavía puedo escuchar el ruido que hacían las rueditas mientras ella empujaba un carrito enorme lleno de cajas.

Parecía que era un carrito que sólo lo podía mover Hulk, pero ella iba y lo movía sola, pobrecita. Toda una guerrera. Con mucho calor, con frío, lluvia o truenos, ella iba a llegar con ese carrito a la feria. Te lo digo, mi madre es mi idola».

DEBUT COMO PROFESIONAL

«Fue a través del fútbol que pude cambiar la situación de mi familia. Lamentablemente, también me cambió un poco a mí. Cuando me convertí en profesional en Peñarol a los 16 años, me creía Dios.

No sé si la gente de verdad puede entender lo que significa pasar de ser nadie a alguien que camina por la calle de tu barrio y de repente los adultos se te acercan porque quieren una foto. Recibís mensajes de chicas que la semana anterior ni siquiera te miraban. Todos quieren ser tu amigo».

LLEGADA DE FEDERICO VALVERDE AL REAL MADRID

«Todos empiezan a irse para las duchas y ahí yo veo calzoncillos Gucci. ¡Calzones Gucci, carajo! ¿Hasta eso inventaron? ¿Cuánto puede costar algo así? Y yo lo único que pensaba era: ‘Espero que los míos de hoy no tengan agujeros. Le pido a Dios que mi mamá los haya controlado cuando los lavó’.

Me quedé ahí sentado por 20 minutos haciéndome que miraba algo realmente importante en el teléfono. Lo único que quería era perder el tiempo. Empezaron a mirarme con cara de ‘¿Todo bien, hermano? ¿Te pasa algo?’. Nunca me sentí tan chiquito».

PADRE DE DOS HIJOS

«Hasta ese día, yo me obsesionaba con mis actuaciones. Si jugaba mal, quizás no hablaba ni con mis padres por 24 horas. Me quedaba solo en mi habitación masticando mis errores. No sé si era saludable, pero cuando estás en el Madrid, la presión es la más intensa del mundo. Así que hay que vivirlo al cien por ciento.

Sólo cuando nació Benicio es que pude sentirme como un ser humano cada vez que volvía a casa después de un mal partido. Cuando ya empezó a caminar, venía corriendo a abrazarme en la puerta de entrada con su juguete de Toy Story. No le importa nada del partido. Ni siquiera sabe lo que es el fútbol. Sólo quiere jugar Toy Story».

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